Tania Bruguera
VERGUENZA CUBANA
BOGOTA -- Directivos de la Universidad Nacional de Colombia dijeron el viernes que denunciarán a la artista cubana Tania Bruguera por haber ofrecido cocaína durante una reciente actuación en Bogotá.
Se desconoce el paradero actual de Bruguera o si ya había salido del país.
La denuncia será ante la Fiscalía General por el delito de distribución ilegal de estupefacientes, dijo Julio Colmenares, vicerrector académico de la Universidad Nacional, en una conferencia de prensa en la sede universitaria. El delito de distribución es penado aquí con entre tres a ocho años de prisión.
Colmenares dijo no saber el día exacto en que presentarán la denuncia porque estaban en proceso de recabar datos y detalles sobre lo ocurrido.
La embajada de Cuba dijo que Bruguera vive desde hace varios años en Estados Unidos y que no fue la misión diplomática la que gestionó su presentación en Bogotá.
El caso de la presentación de Bruguera y el ofrecimiento de cocaína fue revelado este viernes por el diario El Tiempo, citando a varios de los asistentes al espectáculo realizado el pasado 26 de agosto en la sede de la Facultad de Artes, dentro de la Universidad Nacional.
En la presentación, unos 200 asistentes al acto fueron sorprendidos al ver que circulaba al menos una bandeja y sobre ella "líneas" o dosis de cocaína, dijo el vicerrector.
La bandeja no era llevada por Bruguera, sino por otra persona aún no identificada.
Como días antes del espectáculo, la artista cubana había solicitado a los organizadores del performance que para su presentación iba a utilizar armas y cocaína, pedido que fue negado, pues atribuyen a Bruguera esa distribución.
Antes del acto "hubo una solicitud de la artista de usar armas y la misma cocaína pero...se le había negado", dijo Colmenares.
El vicerrector, que no asistió al acto, dijo desconocer el paradero actual de Bruguera o si ya había salido del país.
La presentación de Bruguera se vio interrumpida y muchos de los asistentes se retiraron de la sala, dijo el vicerrector. De hecho, la presentación apenas estaba comenzando con una discusión académica sobre el conflicto interno colombiano cuando se produjo el incidente de la bandeja.
La ministra de Cultura, Paula Marcela Moreno, dijo en una entrevista con la cadena radial RCN que su despacho apoyó la realización del llamado VII Encuentro Hemisférico de Performance, organizado por la universidad y otros institutos, otorgando unos 40 millones de pesos (unos 20.000 dólares) destinados a la producción del evento y que nunca tuvieron conocimiento de que la artista utilizaría drogas.
Para el apoyo o escogencia de los artistas "nosotros no entramos en el tema de los contenidos específicos de cada performance porque (eso esta)...en el marco de la libertad de expresión", dijo la ministra. "Nosotros miramos es el recorrido y trayectoria de los artistas y partimos también de un principio de buena fe", dijo.
Bruguera fue una de las 30 artistas invitados por la Universidad Nacional a un encuentro de performance que se realizó del 21 al 30 de agosto pasado en Bogotá.
Tania Bruguera:
Una hija fiel de la revolución
En Venecia la artista cubana literalmente se jugó la vida en la que consideró una obra de arte político. Radical, no quiere denunciar, quiere hacer. Y hace.
ARTISTA VISUAL Vive y trabaja entre La Habana e Illinois. Nació en Cuba, en 1968.
Tania Bruguera es la artista visual cubana contemporánea más reputada de su país. No pinta, no dibuja, no videa. Ella se dedica casi exclusivamente a la performance. Pone el eje de su obra en su propio cuerpo intervenido y desde ahí parten sus creaciones. Estuvo hace días de visita en Buenos Aires, invitada por el Centro de Investigaciones Creativas (CIC), dirigido por Roberto Jacoby, para dar un taller: "Arte de conducta - creando una profesión". Allí trató los aspectos más intolerables de la vida social mediante la puesta en juego de la subjetividad hasta arribar a la creación de identidades profesionales, en un recorrido desde lo privado a lo público, desde el rechazo personal hasta la imaginación de actividades y roles profesionales diseñados para enfrentarlos. La charla con ella tiene lugar una tarde de agosto en la sede del CIC. "Quiero proponer el tipo de artista que se pueda meter en lo social –dice– con el privilegio que tiene el artista de meterse donde otros no se pueden meter. Me interesa el artista como un incentivador social y responsable. No me interesa ir a un espacio a decir algo sino a hacer." Su reciente creación para la última Bienal de Venecia describe de un modo indudable hasta dónde llega su pregonado concepto de arte político, intervención y ejemplo. Esto hizo en una performance que llamó "Autosabotaje": mientras leía un texto sobre arte, sentada a una mesa, apuntaba con su mano derecha con un revólver a su sien. El revólver era de verdad y estaba cargado con una bala de verdad. Hablaba y disparaba en una suerte de demente ruleta rusa. La bala nunca se disparó. Al cuarto intento, disparó al aire. Todo esto sucedió en el marco de La sociedad del miedo , en el Pabellón de Murcia curado por el artista peruano Jota Castro. Casi un centenar de espectadores asistieron al sabotaje. Castro intentó parar la acción después del tercer disparo –"yo he visto la bala y me parecía real", dijo después–, y el artista austríaco Hans Haacke, otro de los participantes en la propuesta murciana, arremetió contra Tania Bruguera tras acabar la acción. No hacía falta saber alemán para entender que le preguntaba, ofuscado, si se había vuelto loca. Unos quince minutos transcurrieron desde que la artista cargó la pistola a la detonación. Yo la había escuchado contar esta experiencia en la charla que dio en el Espacio Fundación Telefónica el día anterior a mi entrevista. Ahora que la tengo delante, no puedo evitar volver sobre el asunto y preguntarle que "cuántas balas, que si eran de verdad, que por qué, que si no temía que se le disparara sobre su cabeza". Responde en orden: "Una bala de verdad, porque hago arte político en serio y quiero que se vean las consecuencias, estaba dispuesta a morir". Y luego de todo esto, uno le cree cuando habla de arte social y político. No está blufeando. Lo dice en serio y actúa en consecuencia. Bruguera nació y estudió en La Habana, hija de un cónsul que tuvo una parada en la Argentina pero que nunca la trajo a conocer el país; fue criada en el marco de los preceptos de la revolución. Sin embargo, ostenta una mirada nada ortodoxa sobre la manoseada palabra en juego: revolución. "Me pasó recientemente –explica– que muchas personas me pidieron que me definiera si estaba a favor o en contra. No estoy de acuerdo con esa categorización. Cuba es un país demasiado complejo para esa simplificación. Me interesa proponer una tercera opción y decir qué es lo que me tocó, que vamos a trabajar con lo que tenemos y a aprovecharlo y que lo que no funciona hay que quitarlo. Esta tercera opción da la posibilidad de abrir un espacio nuevo indefinido. Yo soy revolucionaria y, para mí, revolución es ser capaz de responder a las necesidades del momento. El concepto revolucionario desde el punto de vista oficial tiene que ver con una lealtad con las personas que dirigen el país; para mí, revolución es responder a las necesidades del momento creativamente y trabajar para los demás. Mi lealtad es con los ideales y no con las personas. Quizá en ese punto entro en conflicto, pero es lo que pienso y actúo en consecuencia." Servir a los otros Tania hoy vive y trabaja entre su ciudad natal e Illinois, Chicago, donde es profesora de performance en el Departamento de Artes Visuales. Ahora está por emprender un año sabático en el que vivirá en París, autogestionando su nuevo proyecto, la creación de un Partido del Pueblo Migrante (PPM). Le pregunto si no le parece un poco mesiánico que una cubana llegue a Francia a tratar de organizar a los sin papeles: "La estrategia es empezar a hacerlo yo como autora y luego que la siga la gente, es jugar con la idea de que el artista es el que puede hacer lo que otros no pueden. Quiero que el partido tenga verdadero poder y se pueda presentar a elecciones". Alrededor de este proyecto, explica con precisión y detalle su idea del arte: "El arte social contemporáneo se queda en denunciar. Eso no me interesa, el artista contemporáneo debe intervenir, meterse en esos espacios sociales no definidos que están fuera de la ley, no por ilegales sino por no considerados. Tú puedes comer el arroz de China pero no quieres al chino que vive al lado de tu casa. Así no vale. Voy a trabajar con los sin papeles pero también con los legales y con los hijos de inmigrantes y con los políticos. Y no me parece mesiánico –aclara– porque como artista me tomo todos los derechos". En la última Bienal de La Habana también se hizo notar con la performance, "Susurro de Tatlin N° 6". En ella, dos falsos militares custodiaban un micrófono al que cualquiera tenía acceso para hablar libremente un minuto estricto, luego del cual –hubiese o no terminado su discurso– era desalojado. El espacio fue tomado para reclamar pacíficamente por aquello que los cubanos consideran reivindicaciones básicas: desde el acceso irrestricto a Internet hasta aspectos controvertidos de la vida cotidiana. Fiel a sí misma y considerando ya que las tecnologías de la performance tales como las conocemos hasta ahora están agotadas, Bruguera hizo un pacto con el peruano Jota Castro. Se donaron mutuamente sus cuerpos. Aquel que muera primero tendrá derecho sobre el cadáver del otro para intervenirlo como le dé la gana. Este certificado de defunción ya comenzó a redactarlo en Venecia y lo cerró con su pacto con Castro (nada que ver con el Comandante). Ahora Bruguera sale de su propio cuerpo y apuesta a las performances delegadas, tal será el caso de su trabajo con los migrantes que llegan a Francia. Un buen comienzo para cerrar lo que ella define sin pudor como arte político: "Yo fui educada en el socialismo, en el que el arte debía servir a los otros y en definitiva, aunque le den muchas vueltas, es lo que siempre termino haciendo".
En Venecia la artista cubana literalmente se jugó la vida en la que consideró una obra de arte político. Radical, no quiere denunciar, quiere hacer. Y hace.
ARTISTA VISUAL Vive y trabaja entre La Habana e Illinois. Nació en Cuba, en 1968.
Tania Bruguera es la artista visual cubana contemporánea más reputada de su país. No pinta, no dibuja, no videa. Ella se dedica casi exclusivamente a la performance. Pone el eje de su obra en su propio cuerpo intervenido y desde ahí parten sus creaciones. Estuvo hace días de visita en Buenos Aires, invitada por el Centro de Investigaciones Creativas (CIC), dirigido por Roberto Jacoby, para dar un taller: "Arte de conducta - creando una profesión". Allí trató los aspectos más intolerables de la vida social mediante la puesta en juego de la subjetividad hasta arribar a la creación de identidades profesionales, en un recorrido desde lo privado a lo público, desde el rechazo personal hasta la imaginación de actividades y roles profesionales diseñados para enfrentarlos. La charla con ella tiene lugar una tarde de agosto en la sede del CIC. "Quiero proponer el tipo de artista que se pueda meter en lo social –dice– con el privilegio que tiene el artista de meterse donde otros no se pueden meter. Me interesa el artista como un incentivador social y responsable. No me interesa ir a un espacio a decir algo sino a hacer." Su reciente creación para la última Bienal de Venecia describe de un modo indudable hasta dónde llega su pregonado concepto de arte político, intervención y ejemplo. Esto hizo en una performance que llamó "Autosabotaje": mientras leía un texto sobre arte, sentada a una mesa, apuntaba con su mano derecha con un revólver a su sien. El revólver era de verdad y estaba cargado con una bala de verdad. Hablaba y disparaba en una suerte de demente ruleta rusa. La bala nunca se disparó. Al cuarto intento, disparó al aire. Todo esto sucedió en el marco de La sociedad del miedo , en el Pabellón de Murcia curado por el artista peruano Jota Castro. Casi un centenar de espectadores asistieron al sabotaje. Castro intentó parar la acción después del tercer disparo –"yo he visto la bala y me parecía real", dijo después–, y el artista austríaco Hans Haacke, otro de los participantes en la propuesta murciana, arremetió contra Tania Bruguera tras acabar la acción. No hacía falta saber alemán para entender que le preguntaba, ofuscado, si se había vuelto loca. Unos quince minutos transcurrieron desde que la artista cargó la pistola a la detonación. Yo la había escuchado contar esta experiencia en la charla que dio en el Espacio Fundación Telefónica el día anterior a mi entrevista. Ahora que la tengo delante, no puedo evitar volver sobre el asunto y preguntarle que "cuántas balas, que si eran de verdad, que por qué, que si no temía que se le disparara sobre su cabeza". Responde en orden: "Una bala de verdad, porque hago arte político en serio y quiero que se vean las consecuencias, estaba dispuesta a morir". Y luego de todo esto, uno le cree cuando habla de arte social y político. No está blufeando. Lo dice en serio y actúa en consecuencia. Bruguera nació y estudió en La Habana, hija de un cónsul que tuvo una parada en la Argentina pero que nunca la trajo a conocer el país; fue criada en el marco de los preceptos de la revolución. Sin embargo, ostenta una mirada nada ortodoxa sobre la manoseada palabra en juego: revolución. "Me pasó recientemente –explica– que muchas personas me pidieron que me definiera si estaba a favor o en contra. No estoy de acuerdo con esa categorización. Cuba es un país demasiado complejo para esa simplificación. Me interesa proponer una tercera opción y decir qué es lo que me tocó, que vamos a trabajar con lo que tenemos y a aprovecharlo y que lo que no funciona hay que quitarlo. Esta tercera opción da la posibilidad de abrir un espacio nuevo indefinido. Yo soy revolucionaria y, para mí, revolución es ser capaz de responder a las necesidades del momento. El concepto revolucionario desde el punto de vista oficial tiene que ver con una lealtad con las personas que dirigen el país; para mí, revolución es responder a las necesidades del momento creativamente y trabajar para los demás. Mi lealtad es con los ideales y no con las personas. Quizá en ese punto entro en conflicto, pero es lo que pienso y actúo en consecuencia." Servir a los otros Tania hoy vive y trabaja entre su ciudad natal e Illinois, Chicago, donde es profesora de performance en el Departamento de Artes Visuales. Ahora está por emprender un año sabático en el que vivirá en París, autogestionando su nuevo proyecto, la creación de un Partido del Pueblo Migrante (PPM). Le pregunto si no le parece un poco mesiánico que una cubana llegue a Francia a tratar de organizar a los sin papeles: "La estrategia es empezar a hacerlo yo como autora y luego que la siga la gente, es jugar con la idea de que el artista es el que puede hacer lo que otros no pueden. Quiero que el partido tenga verdadero poder y se pueda presentar a elecciones". Alrededor de este proyecto, explica con precisión y detalle su idea del arte: "El arte social contemporáneo se queda en denunciar. Eso no me interesa, el artista contemporáneo debe intervenir, meterse en esos espacios sociales no definidos que están fuera de la ley, no por ilegales sino por no considerados. Tú puedes comer el arroz de China pero no quieres al chino que vive al lado de tu casa. Así no vale. Voy a trabajar con los sin papeles pero también con los legales y con los hijos de inmigrantes y con los políticos. Y no me parece mesiánico –aclara– porque como artista me tomo todos los derechos". En la última Bienal de La Habana también se hizo notar con la performance, "Susurro de Tatlin N° 6". En ella, dos falsos militares custodiaban un micrófono al que cualquiera tenía acceso para hablar libremente un minuto estricto, luego del cual –hubiese o no terminado su discurso– era desalojado. El espacio fue tomado para reclamar pacíficamente por aquello que los cubanos consideran reivindicaciones básicas: desde el acceso irrestricto a Internet hasta aspectos controvertidos de la vida cotidiana. Fiel a sí misma y considerando ya que las tecnologías de la performance tales como las conocemos hasta ahora están agotadas, Bruguera hizo un pacto con el peruano Jota Castro. Se donaron mutuamente sus cuerpos. Aquel que muera primero tendrá derecho sobre el cadáver del otro para intervenirlo como le dé la gana. Este certificado de defunción ya comenzó a redactarlo en Venecia y lo cerró con su pacto con Castro (nada que ver con el Comandante). Ahora Bruguera sale de su propio cuerpo y apuesta a las performances delegadas, tal será el caso de su trabajo con los migrantes que llegan a Francia. Un buen comienzo para cerrar lo que ella define sin pudor como arte político: "Yo fui educada en el socialismo, en el que el arte debía servir a los otros y en definitiva, aunque le den muchas vueltas, es lo que siempre termino haciendo".
Cocaína en evento de la Universidad Nacional no la financió el Gobierno, dice artista cubana Tania Brugera.
Instituto Hemisferico de Permormance y Política
La artista cubana repartió líneas de cocaína en una bandeja.
"La única responsable de la obra soy yo", señala Tania Bruguera en medio de fuerte polémica.
En un 'performance' realizado este jueves en un auditorio de la Universidad Nacional, una persona distribuyó unas bandejas con líneas de cocaína para que las consumieran los espectadores.
Si bien ello ya fue polémico de por sí entre los espectadores, el mayor cuestionamiento que se hace ahora es que la obra recibió fondos públicos.
En un diálogo con la emisora RCN, Bruguera admitió que se distribuyeron "tres o cuatro" bandejas con "veinte líneas" de cocaína cada una y argumentó que su "arte de conducta" busca que el espectador responda ante los elementos que se le presentan.
Agregó que le parecieron "excelentes" todas las reacciones que se dieron entre el público al reparto de droga, ya que hubo gente que lo ignoró, algunos consumieron y otros interrumpieron la "performance".
¿Qué pasó?
Todo era tranquilidad en la obra que la artista cubana Tania Bruguera presentaba en el edificio de la Escuela de Bellas Artes de la universidad, hasta que una mujer empezó a ofrecer cocaína en una bandeja de vidrio a los asistentes.
El evento -que era parte del 'performance' de esta cubana reconocida con prestigiosas becas y premios internacionales- sucedió durante los últimos días del VII Encuentro del Instituto Hemisférico de Performance y Política, convocado por ese instituto que investiga las prácticas corporales en el arte, con sede administrativa en la Universidad de Nueva York. De él hacen parte universidades de todo el continente, entre ellas la Nacional, coorganizadora del certamen. Contó con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Alcadía de Bogotá, entre otras entidades.
La fama de Bruguera hizo que el recinto estuviera abarrotado y que se ubicara una pantalla en el exterior. No en vano ha participado en eventos mundiales como Documenta (en Alemania), en las bienales de Venecia (hizo un acto en el que abría la posibilidad de morir de un tiro frente al público), Johanesburgo, Sao Paulo (Brasil), La Habana, Shangai (China) y recibido becas como la Guggenheim y el premio Príncipe Claus, en el 2000 (entregado en Holanda).
La artista había llevado a tres personas para hablar.
Supuestamente eran un paramilitar (reinsertado), una ex guerrillera y una desplazada. Según cuenta una persona de la universidad que no quiso ser identificada cuando el polvo empezó a circular, la gente se olvidó de lo que sucedia con los invitados. Unos consumieron la cocaína y otros se fueron del recinto.Entre los que abandonaron estuvieron artistas como Mario Opazo, Doris Salcedo y Jaime Iregui, y la curadora María Elvira Ardila, según cita el blogger de Eltiempo.com y director del Museo de Arte de la Universidad Nacional, Ricardo Arcos-Palma.
"De un momento a otro, afuera de la escuela, la transmisión se interrumpió y vimos a David Lozano, uno de los curadores de la muestra, condenar públicamente el hecho de haber consumido coca. El director de la Escuela de Artes Plásticas, Nelson Vergara, había también condenado el hecho", dice Arcos-Palma.
No se sabía de la cocaína
Consultada por EL TIEMPO, Adriana Mejia, Coordinadora operativa del evento, dijo: "Para su 'performance' ella había pedido muchas cosas. Unas eran posibles, otras no.
Inclusive, quiso un arma, pero se le respondió que estaba prohibido tener una en el campus. Respecto a la cocaína, entiendo que ella, meses atrás, había dicho algo y los coordinadores le dijeron que no era posible". Agrega que la artista firmó un documento en el que se hizo responsable de lo que hacía. "Ella no solicitó la cocaína ni esta se autorizó", concluye Mejía, al referirse a los que ocurrió en los días previos a su presentación.
Comenta que, de hecho, el 'performance' fue detenido en el momento en el que se dieron cuenta de que se estaba repartiendo cocaína. Aunque Arcos-Palma dice que se consumieron tres bandejas.
Frente a si esto fue hecho con dineros públicos, Clarisa Ruiz , directora de Arte del Ministerio de Cultura, reconoce que aportaron al encuentro, en general, 32 millones de pesos. "El Ministerio no entra a definir los contenidos de lo que se presenta. Sabemos de la seriedad del evento y de la trayectoria de los artistas, pero el Ministerio no define si el artista dice esto o lo otro porque no somos organismo de censura", dice la funcionaria, quien agrega que eso faltaría a normas constitucionales.
Mientras tanto, desde el punto de vista artístico, la actuación fue desafortunada, según varios especialistas. Así lo dice la crítica María Belén Sáez: "Bruguera reduce todo a un problema local y no tiene rigor ético. Es amoral lo que hace. Usa un lugar para enunciar algo dentro de una comunidad estudiantil y la pone en una situación de consumo. Es muy triste".
Instituto Hemisferico de Permormance y Política
La artista cubana repartió líneas de cocaína en una bandeja.
"La única responsable de la obra soy yo", señala Tania Bruguera en medio de fuerte polémica.
En un 'performance' realizado este jueves en un auditorio de la Universidad Nacional, una persona distribuyó unas bandejas con líneas de cocaína para que las consumieran los espectadores.
Si bien ello ya fue polémico de por sí entre los espectadores, el mayor cuestionamiento que se hace ahora es que la obra recibió fondos públicos.
En un diálogo con la emisora RCN, Bruguera admitió que se distribuyeron "tres o cuatro" bandejas con "veinte líneas" de cocaína cada una y argumentó que su "arte de conducta" busca que el espectador responda ante los elementos que se le presentan.
Agregó que le parecieron "excelentes" todas las reacciones que se dieron entre el público al reparto de droga, ya que hubo gente que lo ignoró, algunos consumieron y otros interrumpieron la "performance".
¿Qué pasó?
Todo era tranquilidad en la obra que la artista cubana Tania Bruguera presentaba en el edificio de la Escuela de Bellas Artes de la universidad, hasta que una mujer empezó a ofrecer cocaína en una bandeja de vidrio a los asistentes.
El evento -que era parte del 'performance' de esta cubana reconocida con prestigiosas becas y premios internacionales- sucedió durante los últimos días del VII Encuentro del Instituto Hemisférico de Performance y Política, convocado por ese instituto que investiga las prácticas corporales en el arte, con sede administrativa en la Universidad de Nueva York. De él hacen parte universidades de todo el continente, entre ellas la Nacional, coorganizadora del certamen. Contó con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Alcadía de Bogotá, entre otras entidades.
La fama de Bruguera hizo que el recinto estuviera abarrotado y que se ubicara una pantalla en el exterior. No en vano ha participado en eventos mundiales como Documenta (en Alemania), en las bienales de Venecia (hizo un acto en el que abría la posibilidad de morir de un tiro frente al público), Johanesburgo, Sao Paulo (Brasil), La Habana, Shangai (China) y recibido becas como la Guggenheim y el premio Príncipe Claus, en el 2000 (entregado en Holanda).
La artista había llevado a tres personas para hablar.
Supuestamente eran un paramilitar (reinsertado), una ex guerrillera y una desplazada. Según cuenta una persona de la universidad que no quiso ser identificada cuando el polvo empezó a circular, la gente se olvidó de lo que sucedia con los invitados. Unos consumieron la cocaína y otros se fueron del recinto.Entre los que abandonaron estuvieron artistas como Mario Opazo, Doris Salcedo y Jaime Iregui, y la curadora María Elvira Ardila, según cita el blogger de Eltiempo.com y director del Museo de Arte de la Universidad Nacional, Ricardo Arcos-Palma.
"De un momento a otro, afuera de la escuela, la transmisión se interrumpió y vimos a David Lozano, uno de los curadores de la muestra, condenar públicamente el hecho de haber consumido coca. El director de la Escuela de Artes Plásticas, Nelson Vergara, había también condenado el hecho", dice Arcos-Palma.
No se sabía de la cocaína
Consultada por EL TIEMPO, Adriana Mejia, Coordinadora operativa del evento, dijo: "Para su 'performance' ella había pedido muchas cosas. Unas eran posibles, otras no.
Inclusive, quiso un arma, pero se le respondió que estaba prohibido tener una en el campus. Respecto a la cocaína, entiendo que ella, meses atrás, había dicho algo y los coordinadores le dijeron que no era posible". Agrega que la artista firmó un documento en el que se hizo responsable de lo que hacía. "Ella no solicitó la cocaína ni esta se autorizó", concluye Mejía, al referirse a los que ocurrió en los días previos a su presentación.
Comenta que, de hecho, el 'performance' fue detenido en el momento en el que se dieron cuenta de que se estaba repartiendo cocaína. Aunque Arcos-Palma dice que se consumieron tres bandejas.
Frente a si esto fue hecho con dineros públicos, Clarisa Ruiz , directora de Arte del Ministerio de Cultura, reconoce que aportaron al encuentro, en general, 32 millones de pesos. "El Ministerio no entra a definir los contenidos de lo que se presenta. Sabemos de la seriedad del evento y de la trayectoria de los artistas, pero el Ministerio no define si el artista dice esto o lo otro porque no somos organismo de censura", dice la funcionaria, quien agrega que eso faltaría a normas constitucionales.
Mientras tanto, desde el punto de vista artístico, la actuación fue desafortunada, según varios especialistas. Así lo dice la crítica María Belén Sáez: "Bruguera reduce todo a un problema local y no tiene rigor ético. Es amoral lo que hace. Usa un lugar para enunciar algo dentro de una comunidad estudiantil y la pone en una situación de consumo. Es muy triste".
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