Zelaya cierra la puerta a su restitución en la presidencia
El depuesto mandatario hondureño se niega a negociar
El golpista Roberto Micheletti gana asalto tras asalto. Compinchado con su mejor aliado, el tiempo, ahora acaba de conseguir que el presidente Manuel Zelaya arroje definitivamente la toalla. Cuatro meses y medio después de que los militares lo expulsaran de Honduras, tras casi dos meses de claustrofóbico encierro en la Embajada de Brasil y a sólo dos semanas de la celebración de las elecciones, Zelaya ha decidido decir basta. Ya no quiere que lo vistan de presidente y lo paseen por Tegucigalpa como si se tratase de una atracción de carnaval. En una extensa carta dirigida a Barack Obama el sábado dice que su hipotética restitución -sobre la que aún no se ha pronunciado el Congreso- sólo serviría para "encubrir" el golpe de Estado.
EE UU y otros Gobiernos de la zona aceptan las elecciones del próximo 29
Sin su sempiterno sombrero, como si fuera un símbolo, y desde un despacho forrado con papel de aluminio para contrarrestar las radiaciones que, según sostiene, le envía Micheletti, el presidente depuesto leyó la carta de cinco folios enviada al presidente estadounidense: "A partir de esta fecha, cualquiera que fuera el caso, yo no acepto ningún acuerdo de retorno a la presidencia de la República para encubrir este golpe de Estado (...). Bajo estas condiciones no podemos respaldar las elecciones. Procederemos a impugnarlas legalmente en nombre de los hondureños y de cientos de candidatos que sienten que esta competencia es desigual".
Zelaya aclaró ayer que él sigue siendo el presidente legítimo y que lo será hasta el 27 de enero, día en que expira su mandato.
Tras la declaración de Zelaya, los golpistas se apresuraron a sacar tajada. Uno de los vicepresidentes del Congreso, Ramón Velázquez, dijo que, tras la renuncia de Zelaya, sus seguidores también deben darse por vencidos. "Sin el deseo de Zelaya de la restitución, me parece que
han perdido la última que tenían porque ahora de nada sirve que sigan alegando la restitución si él mismo está diciendo que no debe hacerse".
Lo cierto es que las declaraciones de Velázquez forman parte de la estrategia astutamente trazada por los golpistas: conducir a Zelaya a un callejón de salida y luego alegar que no colabora. No han dejado de hacerlo desde que lo expulsaron del país. Pero quizás el mejor ejemplo se produjo el pasado 5 de noviembre, tras la fugaz visita a Honduras del ex presidente chileno Ricardo Lagos y de la secretaria estadounidense de Trabajo, Hilda Solís.
Lagos y Solís tenían que supervisar el cumplimiento del acuerdo alcanzado unos días antes por los negociadores de Zelaya y Micheletti. El acuerdo, que dejaba demasiados cabos sueltos, establecía entre otros asuntos menores la creación de un Gobierno de unidad nacional y la petición al Congreso para que se pronunciara sobre el regreso de Zelaya. Micheletti recibió a Lagos y a Solís, les juró que estaba dispuesto a renunciar al sillón presidencial si con ello facilitaba la salida a la crisis. Lagos y Solís se fueron y, 24 horas después, Micheletti anunciaba que él mismo presidiría el Gobierno de unidad e invitó a Zelaya a que designara a sus representantes en el nuevo Gobierno. Al negarse el presidente depuesto a la farsa, Micheletti lo acusó de boicotear el acuerdo.
Ahora Micheletti tiene todo lo que quería. A Zelaya fuera de juego y a sus seguidores desmoralizados. A EE UU y a otros Gobiernos de la zona -como Panamá- dispuestos a hacer la vista gorda y reconocer el resultado de las elecciones previstas para el próximo domingo 29 de noviembre. Bien es cierto que la Organización de Estados Americanos (OEA) sigue diciendo que no validará la contienda electoral, pero si algo ha demostrado Roberto Micheletti en este tiempo es lo poco que le importa esa opinión. De temer algo, era que EE UU le diera la espalda, y eso no va a suceder
Montaner y Álvaro Vargas Llosa celebran
el fracaso del “chavismo” en Honduras
TEGUCIGALPA
El escritor cubano Alberto Montaner y el intelectual peruano Álvaro Vargas Llosa celebraron hoy en Tegucigalpa el “fracaso” del “chavismo” en Honduras, donde Manuel Zelaya, afín al mandatario venezolano, Hugo Chávez, fue derrocado por un golpe de Estado el pasado 28 de junio.
“El tirón chavista de toma de poder fracasó en Honduras”, indicó Montaner, que consideró, no obstante, que el “castrochavismo” intentará otra forma para conseguirlo, durante una intervención en un seminario en la capital hondureña organizado por la Asociación Nacional de Industriales. “Yo me imagino que cuando el castrochavismo se convenza de que fracasó lo que quisieron hacer en Honduras con el presidente Zelaya, (...) lo probable es que busquen una nueva vía”, sostuvo.
Según el autor cubano, el eje conformado por Caracas y La Habana elegirá “a un nuevo personaje que va a encarnar las frustraciones del pueblo hondureño e intentarán ponerle detrás 50 millones de dólares ó 100 o los que hagan falta para construir una tercera vía”.
Pero a la vez, añadió, “habrá un proceso de desestabilización, que puede incluir atentados selectivos, un grupo guerrillero (...) Cualquier camino que conduzca al conflicto lo van a utilizar”.
“Se trata de que la suma de todos esos conflictos va a generar un proceso de desestabilización de tal naturaleza que llegará un momento en que la oferta política que ellos pongan delante parecerá la solución más razonable a un país ingobernable. Ésa es la lógica de lucha política del populismo”, alertó.
Por su parte, Álvaro Vargas Llosa, hijo del escrito Mario Vargas Llosa, insertó la crisis política en Honduras en una “batalla” que se da en América Latina entre las “fuerzas de la civilización” y las “fuerzas de la barbarie”.
“Ustedes en Honduras de forma inesperada (...) se quedaron atrapados de pronto en esta gran batalla y fue fascinante desde el extranjero, además de traumático y doloroso, ver de qué manera se reprodujo, así en laboratorio, esta tensión continental”, señaló a su auditorio.
“El hecho de que (...) por ahora todo indique que las fuerzas de la modernidad y la civilización se estén imponiendo sobre las otras es algo que tiene que llenarlos a ustedes de un infinito orgullo”, agregó. Coincidió con Montaner en que “sería un gran error creer que esta batalla se acabó” y advirtió de que “esta batalla continúa y hay que seguir dándola”.
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