sábado, 16 de abril de 2011

Honra a los hermanos y amigos caidos ya hace 50 anos atras.

Bahía de Cochinos: la invasión que quiso cambiar la historia cubana 17 de abril de 1961, 1.400 exiliados apoyados por los EEUU desembarcaron en su país. A 50 años de la operación, el Capitolio rindió homenaje a los sobrevivientes. En 1961 la Revolución Cubana tenía apenas dos años. Pero en ese tiempo se habían generado suficientes problemas con su vecino demasiado cercano y demasiado poderoso, los Estados Unidos, como para que las relaciones diplomáticas normales pudieran mantenerse. La nacionalización de intereses norteamericanos en Cuba más las medidas de presión política y de expropiación económica llevaron primero al cese de los contratos azucareros -una fuente de ingresos fundamental para la isla- y luego de la provisión de petróleo. Por fin, en enero de 1961, el presidente Dwight Eisenhower rompió los vínculos con el gobierno revolucionario. Fidel Castro comenzó a acercarse más y más a la Unión Soviética, de la que su país acabaría siendo un satélite. Un aliado de Moscú a 90 millas de la costa era un problema muy difícil en los momentos más agudos de la Guerra Fría. Desde marzo de 1960 Eisenhower había delegado en manos de la Central de Inteligencia (CIA) la búsqueda de una solución al problema. Bajo la dirección de Allan Dulles, el organismo comenzó a desarrollar la Operación Pluto. El segundo de Dulles, Ricard Bissell Jr., reclutó a cubanos anticastristas para una invasión, según los documentos desclasificados en 1998. El entrenamiento comenzó en Guatemala y Nicaragua. En esos entrenamientos murió Carlos Rafael Santana Estévez, el combatiente número 2506. Su número dio nombre a la Brigada. Mientras el plan avanzaba, Eisenhower dejaba la Casa Blanca y John Fitzgerald Kennedy lo sucedía. 1.400 exiliados en la oscuridad En la madrugada del 17 de abril de 1961 los 1.400 exiliados cubanos desembarcaron de cuatro buques en Bahía de Cochinos, una zona cenagosa que Castro conocía bastante mejor que ellos de los tiempos de la lucha guerrillera. Debían bajar tanques y municiones, cavar trincheras y establecer contacto con las fuerzas locales que los esperaban. Sin embargo, se demoraron. Las condiciones geográficas eran más difíciles de lo que esperaban. Castro estaba al tanto de la invasión por una comunicación cifrada desde Guatemala, que el periodista argentino Rodolfo Walsh -que se hallaba en Cuba como cofundador de la agencia oficial Prensa Latina- había interceptado y desentrañado. Desde una semana antes, el gobierno hacía detenciones masivas de opositores. Castro movilizó a 20.000 hombres, muchos de ellos ciudadanos sin formación militar, que asumieron un compromiso personal en el combate. El día anterior, en el entierro de siete cubanos muertos por un ataque aéreo de fuerzas estadounidenses, había confesado su credo político. "Lo que el imperialismo no puede perdonarnos es que hayamos hecho una revolución socialista bajo las narices de los Estados Unidos". Más importante aún: había convertido el acto en una arenga patriótica. "¡Y defenderemos con estos rifles esta revolución socialista!", había dicho. Eran los primeros tiempos de un movimiento político que había puesto fin a la dictadura de Fulgencio Batista. Kennedy, mientras tanto, decidía que no habría más apoyo a los exiliados para un ataque que implicara una mayor exposición del país. Ya los bombardeos y la muerte de cuatro pilotos estadounidenses le parecieron costos públicos demasiado altos. 66 horas de combates Fidel Castro estaba en su casa cuando un oficial del Ministerio de Defensa cubano le dio la noticia: 1.200 hombres habían desembarcado en Bahía de Cochinos. No manifestó asombro. En Miami la prensa había cubierto los pasos de José Miró Cardona, dirigente de los exiliados en los Estados Unidos que se había proclamado líder del Frente Unidos Revolucionario que tomaría provisoriamente el poder luego de una invasión. Aunque el gobierno de Kennedy intentó que las operaciones se mantuvieran en la mayor discreción, las radios y los diarios trataban el caso en episodios. Quizá el error más grande -según los expertos en el gobierno de Kennedy- sucedió dos días antes del desembarco y selló su suerte. Los ocho bombarderos que debían destruir la flota de aviones de Castro la dejaron casi intacta. Pero constituyeron suficiente aviso de la inminencia de los acontecimientos. "Si este ataque aéreo fuera preludio de una invasión, el país, en pie de lucha, resistirá y destruirá con mano de hierro cualquier fuerza que intente desembarcar en nuestra tierra", dijo Castro en un discurso sobre los bombardeos del 15. Los combates duraron 66 horas. Un nuevo libro, The Brilliant Disaster, de Jim Rasenberger, reproduce los angustiados mensajes de radio de los rebeldes que nunca recibieron la ayuda logística que esperaban, ni siquiera de un task force de la marina ubicado en un buque a pocas millas de la ciénaga donde se hallaban en la bahía. Sin el factor sorpresa y sin el apoyo de Kennedy, los 1.400 quedaron librados a su suerte. Ni siquiera la geografía estuvo a su favor. Además de los cuatro pilotos, 114 brigadistas perdieron la vida, diez de ellos luego de haberse rendido, mientras los transportaban encerrados en una rastra -un accidente que el gobierno castrista dijo lamentar. También hubo bajas entre los locales: 156 cubanos murieron en la defensa del gobierno revolucionario. Las pérdidas El resto de la Brigada 2506, 1.202 hombres, fue detenido. Las negociaciones por su liberación duraron 20 meses: tanto fue el tiempo que los brigadistas pasaron la zozobra de la Crisis de los Misiles como prisioneros. Por medio de la gestión personal del hermano del presidente y ministro de Justicia, Robert Kennedy, ante las compañías farmacéuticas y de alimentos, se cumplió el acuerdo con Castro: 53 millones de dólares en compotas y vacunas para niños. El primer contingente de brigadistas liberados llegó a los Estados Unidos el 23 de diciembre de 1962. Seis días más tarde Kennedy los honró en un acto en el Orange Bowl de Miami. "Les aseguro que esta bandera regresará a la Brigada en una Habana libre", les dijo al recibir el símbolo que le regalaron. La ilusión no conmovió a los combatientes, que hasta el día de hoy se sienten traicionados por el ex presidente demócrata asesinado en 1963.

lunes, 11 de abril de 2011

Cuba y sus espias por mas de medio siglo.


El aire enrarecido


En 1992 un amigo de mis hijos me comentó que "en Villa condecoraron a un disidente", le corregí explicándole que sería a un "dirigente" pero lo negó, aclarando que se trata de "uno de esos de los Derechos Humanos". Pocos días después pude averiguar que el representante en Cuba del ala más dura, radical y poderosa del exilio era en realidad un agente de la Seguridad del Estado que había sido infiltrado durante años en la disidencia. Han pasado dos décadas pero la saga no se detiene, cada cierto tiempo aparecen nuevos agentes, personas a las que conocemos y consideramos anticastristas convencidos pero que en "el próximo capítulo" terminan siendo todo lo contrario. Con el tiempo se comprende que a nuestro alrededor se mueven fuerzas ocultas, espías octogenarios, disidentes condecorados, periodistas no tan independientes, blogueros-criptologos, agentes secretos masones, académicos y artistas. Conozco a muchos de ellos, leo a Dagoberto, visité la casa de Baguer, tomé café con Yoani, discutí con Orrio, entrevisté a Collera, publiqué los informes de Elizardo y hasta estuve medio emparentado con uno de los espías. También me relacioné con los diplomáticos de Estados Unidos que actúan la serie. Con Kozak la relación no duró mucho, dejó de invitarme a las recepciones cuando le propuse levantar el embargo económico para dejar a Castro sin excusas. Vicki fue más diplomática, me invitó a comer a su casa y me explicó cómo debía informar sobre Cuba. Lo paradójico es que la señora defiende ahora las mismas cosas que criticaba cuando dirigía la sede de su país en La Habana. Cason se limitó a no dirigirme la palabra. Las cosas empezaron a mejorar con Parmly que nos distinguió usando las noticias de la BBC en su pancarta lumínica gigante. Mientras que Farrar nos recomendó como fuente confiable en sus cables secretos. Estos programas de la TV cubana pretenden demostrar que detrás de todas las tramas está la mano de Estados Unidos, dejando claro a la vez que el gobierno cubano tiene muy bien controlada la situación. Y verdaderamente dan esa impresión. La imagen de una oposición completamente infiltrada es clave para mantenerla aislada. Ya en los 60 se decía que la mayoría de los jefes de la "contrarrevolución" eran agentes de la Seguridad y desde entonces "queman" periódicamente alguno como medida profiláctica. Pero si la actividad de espionaje le ha hecho daño a la disidencia mucho más se lo hace su vinculación con Estados Unidos. Basta ver la imagen de un opositor conversando con un diplomático estadounidense para que se despierte la suspicacia de los cubanos. En la serie todos los hilos se relacionan de una u otra forma con Washington algo que en Cuba es políticamente muy rentable, por lo menos hacia el sector de la población que mira a Estados Unidos con un recelo que se arrastra desde el siglo XIX. Algunos lo saben. Eloy Gutiérrez Menoyo, quien combatió a Fidel Castro y hoy vive en Cuba, se niega a conversar con los norteamericanos a menos que esté la prensa delante, "no tengo nada que ocultarle al pueblo cubano", me explicó. Medio siglo de intentos frustrados demuestran cuán difícil es lograr que la mayoría de los cubanos se monten en un tren conducido por los vecinos del norte. Por eso el eje de esta serie es seguir la ruta del dinero hasta encontrar su fuente. Claro que tampoco hace falta una gran investigación, el senador John Kerry acaba de confirmar que se dedicaron US$150 millones a la "promoción de la democracia en Cuba" pero asegura que no soltará un centavo más si no le explican en que se los gastaron. Por si fuera poco "mete en el potaje" a Alan Gross e insinúa que esa política provocó "que el Gobierno cubano arreste a un contratista del Gobierno de Estados Unidos que estaba distribuyendo equipos de comunicación satelital". Todas las alarmas se han disparado porque John Kerry, como Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, exige también que la Oficina de Supervisión del Congreso investigue el destino de todos esos millones. En fiscalizaciones anteriores aparecieron facturas de sierras eléctricas, de bombones y de abrigos de cuero "para la disidencia", y un destacado "luchador por la democracia en Cuba" terminó en la cárcel por robar medio millón de dólares. "Ese dinero quemará las manos del que lo toque", profetizó hace una década el disidente Elizardo Sánchez. Estas "ayudas" son tan contraproducentes que en vez de fortalecer a la oposición la debilitan en lo político, la dividen internamente y la aíslan de la gente. A veces me pregunto cómo hubiera sido Cuba sin la presencia de ese Gran Hermano tratando de influir en los destinos de la isla desde antes incluso de su nacimiento como país. Es difícil saberlo pero sin dudas sería una nación muy diferente.